Arauco y megainversión en Brasil: “Allá, la autoridad ambiental, los servicios, quieren que los proyectos se hagan y ayudan”

Arauco y megainversión en Brasil: “Allá, la autoridad ambiental, los servicios, quieren que los proyectos se hagan y ayudan”

  • Cristián Infante, gerente general de la compañía forestal  destaca que tardaron 14 meses en obtener la licencia para iniciar las obras versus los hasta 10 años que demoran en Chile. La planta costara US$ 4.600 millones, dará trabajo a 14 mil personas en su peak y en régimen pagara entre US$ 300 millones y US$ 400 millones en impuestos al año. Alerta que, por permisologia e inseguridad, Chile está desperdiciando su potencial forestal.

Arauco, la forestal del grupo Angelini, sorprendió esta semana al concretar la mayor inversión de su historia. La sorpresa vino también, porque el megaproyecto no está en Chile, justo en medio de una semana de duros cuestionamientos del empresariado por la excesiva tramitología que enfrentan los proyectos de inversión. 

La compañía levantará una nueva planta de celulosa, proyecto Sucuriú, en la localidad de Inocencia, en el estado de Mato Grosso do Sul, en Brasil, país donde Arauco está presente desde hace 22 años. Serán US$ 4.600 millones de inversión, con una producción de 3,5 millones de toneladas de celulosa al año, superando a la planta más grande del mundo de la brasileña Suzano, de 2,5 millones de toneladas. “Nuestra planta será la más competitiva del mundo, son USS 1.300 por tonelada”, destaca Cristián Infante, gerente general de Arauco.

En su peak, generará alrededor de 14 mil empleos y se prevé que comience a operar en 2027. En junio pasado ya iniciaron el movimiento de tierra, que supone una inversión de US$ 170 millones. 

Para alimentar la planta requieren de 350 mil hectáreas de bosques, y ya cuentan con 250 mil hectáreas, con un ritmo de plantación de 55 mil al año. “Hay muy buenas condiciones naturales, los árboles demoran en crecer siete años, en Chile entre 12 y 15 años”, apunta el ejecutivo. 

Arauco hoy tiene una capacidad de producción cercana a los 5,3 millones de toneladas anuales, que subirán a 8,5 millones de toneladas con el nuevo proyecto. Eso le permitirá saltar a la segunda posición a nivel global. “Nuestra meta no es ser los más grandes del mundo, es hacer buenos proyectos, ser rentables. Suzano, que es el líder con 14 millones de toneladas, llegó a esa posición comprando distintas empresas, nosotros somos segundos con crecimiento orgánico. Si saliéramos a comprarnos un competidor grande, posiblemente podríamos pasarlos”, comenta. Y añade. “No descartamos ningún negocio, si hay oportunidades, vamos a ir a buscarlas, somos flexibles y tenemos una cultura global de movernos”, subraya Infante. 

La fórmula para financiar el proyecto incorpora distintas vías. “Vamos a terminar el año con una deuda neta/Ebitda de 2,9, y la subiremos en los siguientes años, llegando a una relación de poco más de 4. Una vez que la planta empiece a producir, debiera tener un Ebitda de US$ 1.500 millones anuales”, menciona Infante.

Otra línea de financiamiento será un aumento de capital de hasta US$ 1.200 millones, a aprobarse el próximo 17 de octubre. De ese monto, prevén enterar US$ 300 millones este año y los US$ 900 millones restantes en 2025, 2026 y 2027, dependiendo de las necesidades. También modificarán la política de dividendos. Hoy, Arauco reparte 40% de utilidades, que bajará a 30%. 

—El anuncio de esta semana es la continuación de un proceso iniciado en 2022. ¿Qué ocurrió en el intertanto?
“En 2022, llegamos a un acuerdo con el gobierno de Mato Grosso do Sul, que nos ha recibido con los brazos abiertos. Obedece a la cultura que hay en Brasil, donde los gobernadores viajan por el mundo buscando atraer inversiones para sus estados. A partir de ahí hicimos estudios técnicos, validaciones, presupuestos, ingeniería básica y una evaluación económica seria, con el retorno que tendrá esa inversión, los riesgos asociados y el cronograma hacia adelante. 

Un trabajo gigantesco, tenemos una oficina en San Pablo con 60 o 70 ingenieros trabajando a full que nos llevó a sentir que estábamos preparados”. 

—¿Qué implicó el acuerdo con el Estado y el gobernador de Mato Grosso do Sul?
“Firmamos un acuerdo en el cual se fijaron ciertas condiciones básicas y se dio inicio a un proceso muy riguroso para obtener permisos, en el cual el Estado da facilidades, prácticamente una ventana única, así no tienes que trabajar con muchas reparticiones, y está muy reglado todo el proceso. Ellos a su vez se comprometen a ciertas mejoras o facilidades”. 

—¿Como qué? 

“Como mejorar la ruta que va desde la planta hasta el pueblo más cercano, que es Inocencia; además se comprometió la construcción de un aeropuerto, y a beneficios tributarios que son normales en Brasil”. 

—¿Qué tipo de beneficios tributarios?
“Exenciones, diferimientos de impuestos, cuyo valor presente son US$ 400 millones. Y esto no se lo dieron exclusivamente a Arauco. Es parte de la política que tiene el Estado para atraer inversiones. Y nosotros comprometimos un plan de ordenamiento social, inversiones en torno a los US$ 27 millones. Estas inversiones se hacen en conjunto con el municipio y el gobierno estadual, para mitigar los impactos sociales que tiene un proyecto de esta naturaleza”. 

—Más allá de la conversación con las autoridades locales, ¿qué rol juega la tramitación ambiental, que en Chile es gravitante? 

“Brasil es un país muy industrial y tiene muy normado todo su proceso de licenciamiento. Postulamos a una licencia de instalación, cumpliendo una serie de permisos rigurosos, presentando el proyecto, las características, impactos, emisiones, efecto sobre el agua, temas sociales y económicos. Es un proceso de permisología que en este caso se produce a nivel estadual”. 

—En Chile, los procesos de evaluación ambiental y de aprobación de inversiones son de carácter nacional. ¿En Brasil actúa solo la autoridad local? ¿El gobierno central no interviene? 

“Es principalmente estadual, la permisología está acotada ahí, aunque hay ciertas cosas que salen de ese límite, como la parte logística, y también ocurre que estas plantas se conectan con las líneas de alta tensión del sistema nacional y ahí entran órganos reguladores que están fuera del Estado”. 

—¿Y cómo son los plazos?
“Los plazos son mucho más cortos y expeditos. El Estado se preocupa mucho de que sea un proceso que fluya fácilmente. Demoramos 14 meses para obtener la licencia de instalación y podemos empezar a construir. Una vez construida y que la autoridad da cuenta que está en línea con la licencia de instalación, entrega la licencia de operación”. 

—¿En Brasil las exigencias ambientales son más laxas? 

“Para nada. La planta tendrá los mejores estándares ambientales”. 

—¿Y cómo es el proceso con las comunidades, la participación ciudadana?
“Está menos reglado que en Chile, pero en la localidad de Inocencia, a 50 kilómetros de la planta, tenemos una casa abierta a la comunidad, hemos hecho dos asambleas y 300 personas llegaron a escuchar sobre el proyecto; en este proceso, ha participado muy activamente la municipalidad y siempre estuvo presente el alcalde. La localidad tiene cerca de 10 mil habitantes, y esta es la quinta planta de celulosa que tendrá”. 

—¿Cómo han recibido el proyecto las comunidades? 

“De manera extraordinaria. La gente aplaudía cuando hicimos el lanzamiento. Hay una diferencia importante que la hemos visto en Brasil, Estados Unidos y Uruguay; allá, la autoridad ambiental, los servicios, acompañan y quieren que los proyectos se hagan y ayudan a que se hagan, más que sentarse al otro lado de la mesa, como en Chile. El gobernador y el alcalde son autoridades muy importantes. Cuando hicimos la planta de tableros en Michigan, la más grande en Estados Unidos, nos juntamos con el gobierno estadual y nos dijeron: “Les vamos a dar los permisos, si ustedes cumplen, en seis meses”. Y pregunté de vuelta. “¿Qué pasa si alguien viene después y objeta el permiso? La autoridad me respondió. “Eso es un problema mío, no de ustedes. Como autoridad, les doy el permiso a ustedes y están listos. Yo tendré que encargarme de los problemas que surjan, tengo que hacer mi pega y ese es resorte mío”. 

—¿Qué otra diferencia ve con Chile? Acá muchas veces se judicializan los permisos.
“La realidad de Chile es que una vez que tenemos los permisos ambientales, viene todo un proceso de judicialización. No solo hay que mejorar la permisología, también revisar que una vez que tenemos los permisos, los proyectos efectivamente se puedan llevar a cabo. Estos son proyectos de largo plazo, inversiones que uno evalúa a 30 años, y nuestra planta en Uruguay, donde hemos tenido una muy buena experiencia, la inauguró Pepe Mujica, un presidente de izquierda, y hoy gobierna Lula en Brasil. Esto obedece a políticas de Estado de los países para llevar adelante las inversiones”. 

—¿Cree que aquí se valora menos a la industria forestal?
“La industria forestal en el mundo es vista con ojos positivos. La madera es una materia prima espectacular, no se ha creado una máquina más eficiente en el mundo para absorber carbono que el árbol. La construcción en madera está creciendo fuerte, se hacen edificios de 30 pisos en otros países, porque el hormigón, el acero y el cemento son responsables del 14% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, y la madera absorbe el carbono. Los países en el mundo están trabajando para ampliar su base forestal”. 

—¿En Chile vamos en dirección contraria? 

“Hace cinco años teníamos 2,4 millones de hectáreas de plantaciones en Chile, hoy tenemos menos de 2 millones. Vamos hacia atrás por los incendios, por problemas de usurpaciones, de seguridad en la macrozona sur. La madera tiene un potencial enorme en el mundo y en Chile a los bosques no se les ha dado importancia, y no hemos abierto los ojos del tremendo activo y potencial forestal que tenemos. La Corma ha identificado que hay más de un millón de hectáreas que se podrían plantar y forestar, y eso además trae muchos beneficios medioambientales, porque ayuda a la infiltración del agua en las napas subterráneas, evita la erosión, además de que capta más carbono. No hay nada que proteja más al bosque nativo que las plantaciones”. 

—¿Se están desperdiciando oportunidades?
“Absolutamente. Chile tiene un potencial forestal enorme, pero hemos ido retrocediendo en vez de avanzar como otros países. Los efectos multiplicadores de un proyecto como el que vamos a construir son enormes. Esta planta en régimen en Brasil va a pagar entre USS 300 millones y US$ 400 millones en impuestos al año, esto no solo genera un círculo virtuoso de empleo, actividad y desarrollo, también recursos al Estado para poder cumplir con las necesidades sociales. Y en Chile, mientras no nos pongamos de acuerdo en mejorar la permisología, estamos desperdiciando oportunidades que están captando otros países de la región”. 

—¿Por qué se valora poco a la industria?
“Es difícil tener un buen diagnóstico. En parte, las empresas forestales no han hecho una comunicación lo suficientemente potente de los beneficios que trae la forestación, y esto se ha mezclado con conflictos étnicos, conflictos entre comunidades, y además se han demonizado los beneficios tributarios que hubo con la ley de fomento a las plantaciones, que creó una industria generadora de trabajo y de recursos muy potente para el país”. 

—MAPA es el último gran proyecto de Arauco en el país, costó USS 2.850 millones. ¿Es posible pensar en otro de esa envergadura? ¿O Chile está agotado para Arauco?
“El 62% de nuestros activos está en Chile. Irnos a Brasil obedece a una estrategia totalmente lógica de diversificación de riesgo. Pero si mañana existe la materia prima y tenemos condiciones de seguridad en la zona sur para poder invertir, felices seguiremos invirtiendo en Chile. Chile tiene muy buenas condiciones forestales, buenos puertos, las plantas están cerca de los bosques y, a su vez, las plantas están cerca de los puertos”. 

—¿Hoy es imposible hacer proyectos en Chile?, ¿ha perdido atractivo? 

“Se pueden hacer proyectos, pero los horizontes para obtener los permisos son tan largos que el riesgo de los proyectos aumenta en forma importante. Si uno tiene el capital para invertir, pero tiene que esperar 5, 6, 7 o hasta 10 años para poder concretar esa inversión, el atractivo de ese proyecto baja. Y por eso, el atractivo para invertir en Chile está en una posición desmejorada respecto de otros países”.

Fuente: edición suscripción de El Mercurio

 

 

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